Empecemos diciendo algo muy importante: Te entiendo
perfectamente. Esta es una de las primeras frases que me dicen todos mis
alumnos con alguna ligera variación: “un poco
de inglés”, “aprender bien”, “hablar mejor”, “no tengo mucho tiempo”, etc. Yo siempre supongo que quien se acerca a mí, a
una profesora de inglés, aunque empiece con esa frase, el quiero o el necesito
pesa más que esa falta de tiempo. Yo veo el vaso medio lleno y asumo que hay
motivación y eso, os lo digo yo, es muy importante.
La motivación es fundamental en una tarea tan ardua y tan
relativamente larga (seamos realistas). Te ayuda a mantener la ilusión, a
invertir horas, a poner lo aprendido en práctica y te hace decidir que como has
elegido aprender, mejor que sea disfrutando. Y eso, creedme, es posible.
Seamos atrevidos: es
posible aprender a cualquier edad (Yes!), es posible escatimar a nuestras
limitadas 24 horas diarias algún hueco para dedicarlo a la emocionante tarea de
aprender un idioma (No doubt!) y es posible disfrutar (Absolutely!). Yo lo
he comprobado. Yo lo he visto.
No hay milagros, ni métodos que funcionen para todo el mundo.
Tengámoslo en cuenta. Dicho esto vayamos con mis sugerencias para incorporar
esa “pequeña” rutina a nuestra vida. Vamos a empezar a estudiar un idioma y
tiene que notarse.
Un punto de partida muy importante es establecer un objetivo
realista que hay que ir ampliando a medida que se cumple. Si uno no puede o no
sabe por dónde empezar la labor de un buen profesor/tutor es fundamental.
No lo he mencionado, pero yo me dirijo a alumnos adultos que
en muchos casos ya han estudiado el idioma previamente, con mayor o menor
éxito. El historial de frustraciones es muy frecuente. Y suelo trabajar de
manera individual o en grupos muy pequeños (tres o cuatro personas máximo).
Este profesor, esta profesora te tiene que escuchar,
establecer el punto del que se parte, identificar carencias o dudas, saber las
dificultades con las que se ha tropezado previamente y tenerlo en cuenta,
escoger materiales, rectificar si es necesario, cambiar de método, acompañar y
animar durante todo el proceso. De eso se trata.
Es además recomendable echar un vistazo objetivo a la rutina
de nuestros días para ver dónde podemos encajar esa dedicación al aprendizaje. Hay consenso a la hora de afirmar que lo
ideal sería dedicarle (un mínimo de) tres horas semanales a ese aprendizaje.
Pero ahí se incluye todo el tiempo durante el cual estamos expuestos al idioma,
no sólo el rato que estamos con nuestra profesora. En mi caso suelo tener
sesiones de 60 ó 90 minutos a la semana, el resto del tiempo se trabaja de un
modo autónomo. Y se nota, vaya si se nota, cuando se intenta llegar a esas tres
horas semanales (aunque haya semanas malas).
Un consejo que yo repito millones de veces: no es buena idea
esperar a tener una tarde o una mañana libre para ponerse a ello. Ni buscar
huecos de una hora. A veces, disponer de todo ese tiempo es una utopía. Así
que: explotemos nuestros minutos. El
truco: seamos constantes. La constancia, junto con la motivación serán nuestros
aliados.
A la gente que tenga un buen nivel de comprensión oral le
recomendaría el post de una profesora y políglota estupenda que en su blog nos
da consejos para incorporar a nuestros días dosis mínimas de aprendizaje
efectivo.
Y las enumera así: De 30 segundos a 5 min, de 5 min a 10 min,
de 10 min a 30 min, de 30 min a 60 min. Interesante, ¿no? Cada duración incluye
unas cuantas ideas, menciona recursos, apps, webs. La clave es tener las cosas a mano (aunque sea un humilde cuaderno para esta práctica express), reconocer esas burbujas de tiempo y usarlas sin mucha
preparación. Y sumar minutos. No todas nuestras sesiones tienen que ser
así, tan a salto de mata; obviamente. Pero la cuestión es que no tenemos que
infravalorar esos minutos tan preciosos en los que nuestro cerebro se empapa,
aunque sea brevemente, de ese idioma, de su sonido, de su entonación, de su
vocabulario, de su estructura. Momentos en los que tenemos tiempo también de
equivocarnos al utilizarlo, de dudar, de improvisar, de hablar delante de un
espejo, de grabarnos, de aprender a escuchar algo e intentar descifrar una
pequeña parte de lo que se dice. Todo eso debería hacerse de vez en cuando. Y
todo eso suma.
Hablemos de las redes sociales. Las redes sociales son… todo lo que se quiera, pero para estudiar
idiomas son un filón. Y parece que para eso nunca nos falta tiempo. ¿No es
verdad que aprovechamos cualquier minutillo en un autobús, o tren, o parada
para echarle un vistazo a nuestra cuenta de Twiter, Instragram o Facebook? ¿O
para leer algún periódico digital o consultar nuestro correo o whatsapp?
Ahí hay un millón de
oportunidades a nuestro alcance. Los contenidos en inglés están a mano, en
pequeñas dosis. La posibilidad de visionar material multimedia, videos, documentales,
pelis, series, memes está a golpe de click.
Nunca aprender un idioma ha sido tan fácil. No es necesario
viajar (aunque esa es una motivación fantástica), ni comprar diccionarios, ni
demasiado material. En Youtube, por ejemplo, podemos escuchar a millones de
nativos de cientos de sitios diferentes utilizando ese idioma que estamos
aprendiendo y escuchar y aprender, con o sin subtítulos.
Yo que estudié Filología Inglesa allá por los años 90
recuerdo el trasiego que había de cassettes, revistas y libros traídos de viajes
al extranjero. No había tantas librerías con material en inglés; y lo que había
no era barato. Comprar prensa internacional era algo que sólo se hacía de vez
en cuando y nos pasábamos periódicos atrasados con el mismo interés que si
fuesen del mismo día. Las cosas han cambiado muchísimo en este caso y para
bien. Por eso, la manera de aprender, la manera de guiar un aprendizaje
necesariamente también tiene que cambiar. Valerse de todo el material y los
recursos disponibles hoy en día es lo más conveniente del mundo.
Dicho esto, cada persona es un mundo. Analicemos lo que nos motiva de aprender, qué temas nos interesan, lo
que más nos cuesta aprender, qué momentos podríamos tener disponibles, y dejémonos
aconsejar por buenos profesores. Los idiomas son vehículos de comunicación
que incluyen diferentes habilidades. El aprendizaje no tiene por qué ser
monótono o aburrido. Podemos utilizar un hobby que tengamos para buscar
información, contenidos o vídeos sobre ese hobby. Podemos echar un vistazo
diario a los titulares en varios periódicos internacionales, podemos volver a
ver en versión original pelis que ya hemos visto, podemos utilizar videos de
youtube donde profes bienintencionados te explican las condicionales en 10 min,
podemos buscar los subtítulos de esas canciones que siempre nos han gustado,
podemos instalar alguna aplicación sencilla en el móvil para aprender
vocabulario, podemos fijarnos en la mayoría de carteles que hay a nuestro alrededor
escritos en inglés, etc, etc, etc. Y aún hay más.
Pues eso. Manos a la
obra.
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